¡EL PAYASO!
Margarita Vázquez Díaz
Se abre la puerta y entra “El Payaso Trifalguita”, es todo lo que alcanzo a leer en una caja negra rectangular (con pequeñas rueditas giratorias), que sube y coloca cerca de la puerta. Al fin que ya me voy a bajar. Dice. Dirigiéndose a todos y a nadie en especial. De igual manera saluda, extiende su mano enguantada, paga su pasaje; dice algo más, ahora si volteando a ver a todos los que vamos en la minúscula camioneta adaptada como transporte colectivo. Sólo yo le devuelvo la mirada y una sonrisa, los demás que no le habían perdido de vista se turban, de inmediato dirigen su vista a otro lado, simulan no haberlo visto, no haber notado su estrafalaria vestimenta y baúl rodante. Creo que no saben cómo abordar a un ser colorido salido de esta mañana.
“Trifalguita” es un payaso muy peculiar, no es un payaso común, o un “payasito de plaza”, se trata de un payaso que denota madurez, y movimientos ágiles; me percaté de ellos cuando subió su carga y su sonrisa amplia dibujada en su rostro alargado. Algunas canas en sus sienes y a lo largo de su pelo. Facciones delgadas, ojos claros denotan años en el oficio. Tal vez en circos.
¿Por qué optar por la payaseada Sr. Payaso? Le preguntaría si no nos separará la distancia, y porque dijo se bajaría pronto. ¿Payaso profesional? Es de mañana, seguramente va a una escuela. ¿A una fiesta infantil? No creo, no es fin de semana. Queda mejor la escuela, recomendado por ser buen payaso, y por su alto respeto a los niñ@s, nen@s y papás pueden estar seguros.
Sus brazos son fuertes, hablan de experiencias infinitas. Tal vez llegó a trabajar en un circo y trepó por cuerdas hasta alcanzar un trapecio… Mmmmmm o tal vez tuvo otro empleo menos mágico, menos aventurero… Mmmmmm y si estuvo en una oficina, atrapado observando las miserias y aciertos humanos día a día, cambiando de jefes altaneros mientras, mientras él permanecía volando, imaginando risas y sonrisas, colores y malabares, creciendo su vuelo con dedicación, hasta que llegó el momento en que le retiraron el empleo, y él estaba listo para el gran salto: la libertad. Por fin podía dedicarle tiempo a crear su personaje maravilloso, y salir con él a la calle, con una amplia sonrisa y una enorme nariz a un mundo de colores donde le esperaban los niños, raíz de todas las historias, de todos los tiempos.
En una curva “Triflaguita” pide bajar. Adiós señor payaso que le vaya muy bien (pienso). Parece que me escuchó. Gracias, me dice, y extiende su mano blanca.
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