Aprendí a querer a algunos de mis hombres en su ausencia
me gustaba imaginarlos surcando mares
venciendo vientos…
Aprendí a hurgarlos y descubrirlos en sus objetos,
en sus muebles, en el olor de su ropa,
en sus papeles, en sus revistas,
en sus diarios, en sus libros…
Amaba esa calma esa quietud que la abstracción
me proporcionaba al adentrarme en sus mundos.
Cartas, mensajes, dedicatorias…
Así aconteció con los varones de la familia
cuya ausencia la mayor parte del día se hacía contundente
cuando retornaban por la tarde o la noche
a demandar atenciones con su sola presencia.
Yo siempre tenía oportunidad en algunos momentos del día para
estar a solas
y transitaba sus huellas para saberlos
trataba de descubrir qué me ligaba a ellos.
Así fue con mi abuelo
Así fue con mi padre
Así fue con mi hermano.
Con las mujeres de la familia era diferente
ellas siempre estaban presentes, aunque no estuvieran
su cercanía y complicidades amorosas se tejían muy de cerca
o de lejos.
(mi hermano formaba parte de ese amor entrañable).
Así era
Así fue…
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